Como seres humanos, nos sentimos cómodos y seguros repitiendo patrones y paradigmas. La arquitectura -a lo largo de su extensa historia- es un claro y muy conservador ejemplo de ello.
Por dar un ejemplo de esto, durante todos los siglos anteriores al XX las habitaciones de toda estructura arquitectónica no podían exceder una luz (un claro, una medida lineal entre pared y pared en paralelo) de entre tres o cuatro metros. Ésto se debía a que los sistemas constructivos para resolver una cubierta plana (los techos a dos aguas o inclinados eran otro asunto) se limitaban regularmente a una viguería de madera, soportando lajas del mismo material o bien, de piedra, palma o barro.
Dichas piezas lineales y esbeltas de madera rara vez se conseguían en dimensiones mayores a cuatro metros, y de lograrlo, presentaban notables deformaciones en su linealidad. Es por esto que las distancias paralelas entre los muros no podían exceder tales estándares.
A finales del XIX e inicios del XX se comienzan a utilizar el acero y el concreto (una mezcla calculada entre cemento, piedra pequeña y arena, todo ello batido con agua) como materiales constructivos de vanguardia.
Su mayor aportación radicaba justamente en romper el paradigma de los 3 a 4 metros máxima en los claros de las habitaciones, y a requerir muchas menos superficies de apoyo para los techos de las nuevas construcciones.
Sin embargo, a pesar de que la ingeniería haya hecho su trabajo evolutivo, los arquitectos no hemos logrado del todo desarraigar en los usuarios la creencia de que los espacios domésticos han de ser conformados por cuatro paredes, una ventanita y una puerta.
El asunto es cultural, porque las limitantes técnicas, como ya se explicó letras arriba, están solventadas. Las personas nos sentimos psicológicamente mejor protegidas al estar en espacios sobradamente confinados, y ello se debe a que desde hace siglos así hemos conceptualizado y racionalizado la intimidad.
Sin embargo, el presente nos solicita evolucionar tal idea. La tecnología inmersa en el acto de habitar, aunado a la cada vez más acunada tendencia del trabajo en casa y los mono-espacios multi-tarea nos obligan a reinventar el interiorismo de nuestros hogares y su configuración espacial.
Abramos pues la mente a las nuevas posibilidades.
Alberto Sánchez López / Arquitecto & Partner STVX