Hace cien años Le Corbusier (aquel mítico arquitecto suizo que, como Picasso en su momento hizo con la pintura, revolucionó para siempre la manera de hacer arquitectura), decretó que la vivienda del ser humano debiera ser una “máquina de habitar”.
Quizá por aquellos entonces, aquel joven y entusiasta creador se lo tomaba muy literal. Si bien su planteamiento prototípico del edificio ‘Domino’ radicaba en un objeto más bien de carácter fabril, los diferentes acontecimientos sociales y culturales de las décadas posteriores habrían de deconstruirle hasta hacerle “traicionarse” a sí mismo, y dejar de lado los mandamientos del racionalismo descartiano para dar paso a los maduros trazos de un pionero de la arquitectura emocional.
Sin embargo no debiéramos echar por la borda los conceptos de practicidad que este genio naturalizado francés desplegó con respecto a la vivienda. Hoy en día y habiendo llegado al corazón del siglo XXI, debemos asumir que la casa no es propiamente una máquina, sino un dispositivo de uso.
¿Y qué es un dispositivo de uso?
Bueno, pues prácticamente todos los que existimos de momento en el Planeta Tierra (al menos los que lo hacemos en ambientes urbanos) estamos familiarizados con el término ‘dispositivo’. Se trata de una herramienta tipo objeto o Hardware que contiene un alma intangible, o bien Software.
Tal instrumento es cada vez más multitarea, y requiere actualizaciones y complementaciones frecuentes. Es por ello que dichos artefactos se vuelven cada día más indispensables en nuestra vida cotidiana, tanto en los ámbitos laborales como en los domésticos.
Y si acaso usted pone la suficiente atención en las descripciones anteriores, bien podríamos estar hablando de una casa. La casa es un objeto tangible que contiene ingredientes intangibles, y en el que cada día buscamos hacer más y más tareas y actividades sin necesidad de salir de él. Ahí ya no solo cocinamos, comemos y dormimos; también ya trabajamos, vamos al cine, jugamos, compramos y nos divertimos.
Es por todo lo anterior que vale la pena re-pensar la casa como un gadget u objeto inteligente que requiere además cambios y actualizaciones constantes. Los (las) arquitectos (as) somos los primeros en obligación si de evolucionar tal paradigma se trata. Y no basta con pensar en domótica o bien tecnologías inteligentes en sus instalaciones. El espacio en su configuración es el primero en requerir evoluciones fundamentales.
Texto de Alberto Sánchez López / Arquitecto & Partner STVX
Imagenes de Oscar Hernández creadas con IA en Midjourney / Arquitecto & Partner STVX