De la generación Millennial conocemos muchas cosas, porque muchas cosas ya se han dicho. Sabemos que nacieron entre 1980 y 1995 aproximadamente, y que por lo tanto los más prototípicos ya van para cuarenta años y tienen un poder adquisitivo que ejercer.
Sabemos también que representan contundentemente la ruptura de los paradigmas de la productividad lineal y piramidal, del consumo ciego y desmedido (“tengo, luego existo”), y del “deber ser, para luego ser”.
Sin embargo, los Millennials son duramente criticados por las anteriores generaciones a causa de la inestabilidad profesada como principal fundamento para comprender su statu quo.
Tenemos claro que también cuentan con retos nada fáciles de sobrellevar como la caída global del poder adquisitivo en los últimos lustros, el colapso de un sinfín de modelos tradicionalistas y de roles definidos, tanto en los campos laborales como familiares, sociales y afectivos, y bueno, vaya que habría mucho que enlistarse como etcétera al respecto de los cambios en las estructuras que hasta hace poco tiempo se tomaban como inamovibles.
La realidad es que la conjunción Millennial es un fenómeno global que representa el 40% de la población del planeta tierra. Cabe mencionar que nunca antes un segmento generacional había dominado tanto en número. En pocas palabras, en diez años el rumbo de nuestro mundo estará en manos de tal contingente.
Ahora bien, y entrando en tema, en cuanto a la tendencia inmediatamente futura del comportamiento del mercado inmobiliario en respuesta al fenómeno Millennial, se sabe que también se aproxima una revolución debido a las siguientes atenuantes:
Los Millennials ya no ahorran, a razón de su “existencialidad”, y porque su poder adquisitivo es el peor en la historia de la economía estructurada y monetizada.
A los Millennials ya no les interesa comprar casa. Su pensamiento ya no es patrimonialista —como el de sus padres o sus abuelos-, porque no está en sus planes atarse a una deuda de dos décadas que les impida salir a conocer el mundo.
El Millennial está solamente condicionado a rentar alojamiento -a causa de los dos puntos anteriores-, e incluso se sabe que está dispuesto a pagar hasta el 65% de su ingreso con tal de vivir en un lugar que le inspire calidad de vida y cercanía con sus máximos intereses.
Por todo lo ya descrito, vale la pena pensar qué oportunidades nacen para hacer la arquitectura que geniunamente resuelva las necesidades de este avasallador segmento.
Alberto Sánchez López / Arquitecto & Partner STVX