Arquitectura y felicidad.

Hagamos el siguiente ejercicio sin mayor preámbulo:

Imagine (por favor imagine bien) que, dentro de su propia casa, remueve por un rato todos los muebles de su sala, y despliega como cuando niño una sábana grande atirantada por algunas cuerdas amarradas a donde se pueda, a manera de tienda de campaña.

Habiéndose garantizado un espacio improvisadamente techado y contenido, retáquelo de cojines y almohadas, ingrese también -con toda precaución- una decena de veladoras encendidas, incorpore al lugar un par de vasos, tazas o copas con su bebida favorita y un sencillo bocadillo de ingredientes predilectos.

Simulemos que ya es de noche. Entonces apague la luz artificial y aposentese en el sitio —preferentemente en compañía de alguien especial- a cenar y a conversar.

Ahora bien. Abra los ojos y cambie la ruta de la imaginación. Respire con calma, vuelva a cerrarlos y tome en su mente solamente la cena, las bebidas y de la mano a la persona de su previa elección, y llévelos al camellón central de una transitada, caótica y ruidosa avenida. Intente entonces reanudar la cena y la charla.

No es lo mismo, y nunca será lo mismo.

Ya bien intuye hacia dónde me dirijo con este ejercicio. Todo el anterior despliegue pretende ejemplificar cómo un ambiente físico como lo es el espacio, tanto en sus cualidades intangibles como en sus límites materiales tienen una influencia directa y contundente sobre nuestros estados mentales y -por qué no decirlo- espirituales.


La industria de la felicidad es hoy en día una de las más redituables monetariamente hablando, por la clara y sencilla razón de que todos los seres humanos la perseguimos a causa de una fuerte presión social por poseerla y demostrarla a cada instante.

Sin embargo, más allá de fórmulas, bestsellers, teorías terapéuticas de sobreestimulación positivista y muchas tantas opciones del menú que garantizan llevarnos a la plenitud de manera inmediata (inmediatista, diría yo), la arquitectura por sí misma ha resultado desde siempre un factor honesto, sencillo y fundamental para la mejora del estado interior personal en cualquier situación de la compleja experiencia humana, por más cotidiana que esta sea.

¿Necesita usted encontrar bocanadas genuinas de felicidad en su vida cotidiana?

Llame entonces a un buen arquitecto.

Alberto Sánchez López / Arquitecto & Partner STVX