La (nueva) inoperancia del automóvil en la ciudad

Estoy seguro de que usted entenderá claramente la siguiente analogía:

Los huevos de gallina, deliciosos y nutritivos comestibles descubiertos por el ser humano desde hace sabrá Dios cuántos siglos antes para su alimentación, son objetos frágiles. Tanto así que se pueden romper a una mano para así extraerles el viscoso contenido, y entonces cocinarles.

¿Qué sería de aquel idiota, en opinión de uno o varios observadores, si se le descubriera usando un martillo para aniquilar su envolvente?

Intuye usted bien, aquello sería aberrante. Las herramientas han sido creadas e inventadas para ser utilizadas solamente en los casos pertinentes. Fuera de ahí, su uso en contextos impropios sólo puede calificarse como necedad.

Eso justamente ha sucedido con el automóvil particular, a lo largo de sus cien años de historia como herramienta de traslado. Dicho dispositivo es una herramienta para transportar personas y cosas a velocidades no alcanzables a pie o a caballo, y a distancias considerablemente grandes. Como sucede con el ejemplo arriba descrito, donde usar un martillo para romper una superficie sobradamente frágil se adivina insensato, utilizar el automóvil para traslados que se pueden hacer caminando o en bicicleta resulta francamente incomprensible.

La industria automotriz ha marcado la agenda de las ciudades desde hace prácticamente un siglo.

La industria automotriz ha marcado la agenda de las ciudades desde hace prácticamente un siglo.

Sin embargo la industria automotriz se ha apalancado de la publicidad más creativa y sofisticada para hacernos creer que el coche es un artículo de primera necesidad para nuestro status. Este concepto, obra maestra de los genios del marketing, ha pesado tanto en el consciente colectivo urbano desde varias generaciones atrás, que las ciudades han tenido que mutar sus sabias morfologías antiguas para darle cabida y poder al coche.

Así, los citadinos nos subimos a esa lata con neumáticos apenas para ir unas cuantas cuadras adelante por artículos menores a alguna farmacia o un supermercado. Tan estúpido como pensar que los muebles de cocina hubieran tenido que evolucionar en función de albergar enormes martillos para cuando llegue la hora de romper los huevos del desayuno.

¿Cómo podríamos salirnos de la hipnosis a la que hemos sido impuestos? El automóvil es un dispositivo, una herramienta más, como lo es un martillo, una carretilla o un zapato. No hay conexión alguna entre ese objeto y nuestra valía como individuos, mucho menos con nuestro ego o amor propio.

Hoy en día, el uso de la bicicleta es símbolo de resiliencia urbana.

Hoy en día, el uso de la bicicleta es símbolo de resiliencia urbana.

¿Cuánto daño más hará en las ciudades, y en el medio ambiente en general esta estúpida creencia? La ciudad es una superficie viva y creada desde hace siglos (muchos siglos) para ser caminada. Las desmedidas proporciones territoriales y las distancias que hoy acusan las urbes son el resultado de cederle el poder de las decisiones a la industria automotríz.

¿No cree usted que valdría la pena siquiera reflexionar sobre ello?

Alberto Sánchez López / Arquitecto & Partner STVX